Una de las fuentes de sufrimiento más comunes que se vive en nuestra sociedad, es la necesidad de que las cosas sean distintas a como realmente son. Cuando este país pasa por una época de crisis (que es en la que naci, crecí y me desarrollé) las personas buscan en el pasado y anhelan que todo fuera como antes, un antes donde había en su momento otras aspiraciones y necesidades por lo que entonces, tampoco lo disfrutaban, este estado depresivo también sucede con las relaciones, se anhela lo que no se tiene, y es ahí donde se contagian como una enfermedad, las personas se van creando trastornos del placer, existen las identificadas como tóxicas, donde la queja y la amargura, es su heraldo, pero no conforme con ello buscan convencer a los demás (y a sí mismos) de forma incisiva hasta lograrlo, es así como funciona un sistema de insatisfacción permanente, el terreo perfecto para la ciencia, las artes, la moda y todo lo que tiene que ver con la sociedad, con esto no digo que busquemos permancer con lo que tenemos, si no reaprender a dirigir nuestras aspiraciones para alcanzar la serenidad.
Cuando la auto exigencia se vuelve una forma de vida, el día a día deja de ser un estímulo para convertirse en un escenario de negatividad por no tener, y miedo a perder lo que se tiene, podríamos pasar la vida entera esperando «la superación de algo mejor” para descubrir al final que ya se tenía, y no alcanzó el tiempo para disfrutarlo.
El reto es aceptar lo que nos toca vivir y trabajar para reestablecer el equilibrio;
¿sabes? si se puede.